martes, 23 de diciembre de 2014

y el relato continúa...

Hace unos días os mostré cómo empezaba el relato del que salió mi primera novela. Hoy he decidido poneros el resto. El primer capítulo del libro llega un poco más allá, pero con esto creo que es suficiente para que os hagáis una idea. 

* * * * * * * * * * 
Un relato que se convirtió en novela (II). 
Si no has leído la primera parte puedes hacerlo AQUÍ


Ha pasado una semana y sigo dándole vueltas. Cada vez que veo un hombre moreno y alto, me da la taquicardia. Al final no sé si ha sido peor arrepentirme de lo que “no” hice. Esta mañana he llegado a Madrid para pasar el día en una feria, en la que esperaba divertirme con todos los amigos que tengo aquí, pero sigo acordándome de él a cada rato. Aún quedan un par de horas, y nuestro stand está muy concurrido. Estoy charlando animadamente con mi compañera de turno cuando escucho una voz que hace que mi estómago casi se salga por mi boca.
—Vaya, esta feria se acaba de poner interesante...
Levanto la vista y está frente a mí, vestido con vaqueros y camisa negros y luciendo su mejor sonrisa bajabragas.
—Rafa... ¿Qué haces aquí?
—¿En Madrid o en la feria? —Sonríe con picardía y después se responde a sí mismo—: Pues muy sencillo: vivo aquí y he venido a acompañar a un amigo.
Mi compañera lo mira con la boca abierta hasta que llega el mencionado amigo y le empieza a pedir información sobre nuestro stand. Yo no sé dónde meterme.
—Creo que me debes una disculpa por desaparecer así la otra noche.
Voy a morirme de la vergüenza... A duras penas consigo balbucear:
—Lo siento.
—No me vale. ¿A qué hora sales?
—A las ocho, pero tengo planes, voy a cenar con unos amigos.
No puedo creerme que le esté rechazando otra vez, debo de ser idiota.
—Pues diles que tendrás compañía. A las ocho estaré aquí. O antes. Y que no se te ocurra darme plantón.
Me tiemblan las rodillas cuando se da la vuelta y se va.
—¿Quién es ese tío?
—Mmm... Un amigo.
Me niego a explicarme con más detalle, ignorando la curiosidad de mi compañera mientras atiendo la consulta de una oportuna señora. Cuando me quiero dar cuenta, son las ocho menos diez y la voz profunda y segura de Rafa me sobresalta de pronto.
—Bueno, todavía no te has escapado.
Respiro antes de contestar, tratando de parecer tranquila y hasta indiferente.
—Ya te lo he dicho, he quedado ahora con mis amigos.
—¿Les has dicho que voy también?
Su tono no deja entrever inseguridad. Más bien parece que me esté aclarando que no me va a dejar más opciones.
—No hay problema, será una cena improvisada y unas copas.
—Me gusta el plan, aunque se me ocurren mejoras...
Me dedica una mirada provocativa y sé exactamente el tipo de mejoras del que habla. Mi pulso se acelera de forma automática.
—¿Querrías por favor cortarte un poco? Me haces ponerme continuamente a la defensiva.
¡Joder! odio cuando me dan esos arrebatos de sinceridad, pero me agota estar todo el rato de tira y afloja con él. Sus cejas se arquean por la sorpresa, pero enseguida se recupera.
—No te prometo nada, supongo que es mi naturaleza..., pero lo intentaré.

Paso por el hotel para cambiarme de ropa. Le hago esperar en el hall asegurándole que serán 15 minutos. Realmente soy de esas mujeres capaces de arreglarse en 15 minutos. Me doy una ducha relámpago; mi pelo está bien, así que no tardo nada. He traído un vestido tipo camisero, corto, ajustado y con volantes en el bajo. Servirá. Desabrocho un par de botones del escote. En dos minutos me retoco el maquillaje, me calzo las sandalias y en el tiempo prometido estoy de nuevo abajo. Me mira con gesto apreciativo.
—Vaya, estaba mentalizado para esperar mucho más.
—Me alegro de sorprenderte.

Cenamos en un grupo no muy grande, una hamburguesa, en el sitio de siempre. Rafa atrae todas las miradas, aún sin proponérselo. Tengo una especie de sensación de triunfo cuando me doy cuenta de que está allí por mí, pero me dura poco: aunque vaya donde yo le marque, él sigue siendo el cazador y yo la presa.
Entramos en el primer local a tomar una copa y me sigue de cerca, apoyándose en mí con gesto posesivo. Mi cuerpo me traiciona de nuevo, porque me estremezco bajo su contacto. Vamos hasta el fondo del local, que tiene una pinta de antro... La gente es de lo más variopinta, y la música igual. Se acerca a la barra y vuelve con un cubata de ron y un Malibú con piña.
—No te he preguntado, pero creo que esto estará bien, ¿no?
—Sí, gracias.
Doy el primer trago y enseguida se acerca a mis labios, con una sonrisa pícara.
—Me gusta cómo sabe esto en tu boca...
Dejo el vaso y esta vez le beso con ansia. No puedo más, me rindo. Si hace falta, ya me arrepentiré mañana.
Me arrincona contra la pared como hizo hace una semana, pero esta vez me agarro a él con fuerza. Huele a alguna colonia cara y sexy. Me besa el cuello y su barba de cuatro días me hace cosquillas en la piel. Sus manos me sujetan por las caderas hasta que una de ellas se mete bajo mi falda. Lo primero que siento es un fuerte pellizco en el culo. Me tapa la boca con la suya justo a tiempo de ahogar el grito que dejo escapar.
—Eso por haberte escapado.
La caricia que sigue lleva sus dedos hasta lo más profundo de mi interior, dejando la braguita a un lado. Si ya estaba mojada, ahora me siento deshacer bajo su contacto. Me avergüenza pensar que alguien vea lo que está haciendo, apenas me tranquiliza que estamos en un rincón y él es bastante grande... Empieza a follarme con los dedos, mientras frota mi clítoris rítmicamente. Jadeo y apenas consigo susurrar:
—Rafa, no, por favor...
—Shhh... No voy a dejarlo hasta que te corras. Aquí.
No me da tiempo a replicar ni a escandalizarme. El implacable ataque de su mano sobre mi sexo es tan preciso y efectivo que casi inmediatamente estallo en un orgasmo demoledor. Ni siquiera sé cómo consigo mantenerme en pie mientras me besa profundamente acallando mis gemidos. Cuando saca los dedos de mí y se aparta sonriendo, el triunfo brilla en sus ojos oscuros.
—Eres odioso, ¿lo sabes?
—¡Venga ya! Te gusto tanto como tú a mí. Eres un reto, y yo no puedo resistirme a ser retado.
No tengo nada que responderle. Tiene razón, me gusta muchísimo. Coge mi mano y susurra:
—Ven, vamos al baño.
—¿Al baño? —repito, confundida.
Dirige mi mano a su entrepierna. La erección presiona con fuerza los vaqueros negros.
—También necesito relajarme.
Me suelto como si me diera calambre. Me recorre un estremecimiento que no sé si es de excitación o de indignación, o las dos cosas.
—Tú estás loco. No pienso follar en el baño.
Me mira con esa sonrisa provocadora mientras vuelve a coger mi mano.
—Si prefieres que te folle aquí mismo, no tengo inconveniente.
Reacciono con rapidez, empujándolo para que camine. Entramos en el baño y ante la cara entre escandalizada y envidiosa de un par de chicas que esperan, nos encerramos tras una de las puertas. Dios, no me puedo creer que esté haciendo esto, menos mal que aquí no conozco a nadie...
—Tendrás condones...
—Por supuesto, no pienso darte ni la mínima excusa para escaparte otra vez. Apóyate en la pared, así.
Me pone de cara a la pared y se coloca a mi espalda. La excitación me invade mientras sube mi falda y casi me arranca las braguitas de encaje.
—No seas bruto, no puedo salir de aquí sin bragas.
—Pues a mí me parecería de lo más sexi.
Me quito las bragas del todo antes de que me las rompa. Justo me da tiempo de volver a apoyarme con ellas en la mano cuando se agacha y me pasa la lengua por la entrepierna, apretando suavemente mi abultado clítoris. Se levanta y me acaricia profundamente con una mano mientras con la otra se abre el pantalón y libera su polla dura y caliente. Solo me suelta para ponerse rápidamente un condón.
—No te muevas, sujétate.
Me penetra con fuerza y empieza a embestirme rudamente. Lo siento ponerse rígido justo cuando mi cuerpo comienza también a escalar un nuevo orgasmo. ¡Oh, no, espera un poco, por favor…!
Como si me leyera el pensamiento lleva los dedos sobre mi clítoris y en el momento justo en que lo siento estallar dentro de mí, me corro violentamente. Tengo que morderme la boca para no gritar.
Respirando profundamente se aparta, tira el condón, se recompone la ropa y me tiende la mano mientras me vuelvo a poner las bragas. Salimos del baño ante la mirada estupefacta de las chicas que esperan.
Volvemos con los demás, y soy vergonzosamente consciente del rubor de mis mejillas, mientras que él está tan fresco y encantador como siempre. Pasa la siguiente hora provocándome. Me toca distraídamente a cada rato, me mira como si leyera en mi mente, y me besa como diciéndome que esta noche soy suya y no tengo escapatoria. Al final no aguanto más y le susurro:
—Vámonos. Hoy soy yo quien tiene una habitación a dos manzanas.
Me mira con una sonrisa burlona.
—¿En serio? ¿No te estás divirtiendo?
Su respuesta me desconcierta, hasta que caigo en la cuenta de que, otra vez, me está provocando.
—No es justo, lo que estás haciendo. ¿Qué quieres, que te suplique?
—Sí, es exactamente lo que quiero.
Mi orgullo grita en mi interior "dale un bofetón, se lo merece". Pero lo silencio mientras me miro en los ojos oscuros de mi depredador.
—Por favor, llévame a mi hotel y fóllame hasta dejarme exhausta.




(Y para saber cómo continúa, me temo que tendréis que comprar la novela...)

4 comentarios:

  1. Madre mía!!! ¿cuando estará disponible?
    Es fabuloso.

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  2. hola, el libro es precioso, me ha encantado, no es la tipica historia que desdes que se conocen estan con el tira y aflaja, no quiero contar nada mas pero me ha gustado mucho, porque hay amor desde el principio hasta el final eres una escritora increible, gracia por hacer lo que haces. un beso

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  3. gracias ati por escribir esta historia tan bonita, estos son los libros que a mi me gustan.

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