Hace unos días os mostré cómo empezaba el relato del que salió mi primera novela. Hoy he decidido poneros el resto. El primer capítulo del libro llega un poco más allá, pero con esto creo que es suficiente para que os hagáis una idea.
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Un relato que se convirtió en novela (II).
Si no has leído la primera parte puedes hacerlo AQUÍ
Ha pasado una semana y sigo dándole
vueltas. Cada vez que veo un hombre moreno y alto, me da la taquicardia. Al
final no sé si ha sido peor arrepentirme de lo que “no” hice. Esta mañana he
llegado a Madrid para pasar el día en una feria, en la que esperaba divertirme
con todos los amigos que tengo aquí, pero sigo acordándome de él a cada rato.
Aún quedan un par de horas, y nuestro stand está muy concurrido. Estoy
charlando animadamente con mi compañera de turno cuando escucho una voz que
hace que mi estómago casi se salga por mi boca.
—Vaya, esta feria se acaba de poner
interesante...
Levanto la vista y está frente a mí,
vestido con vaqueros y camisa negros y luciendo su mejor sonrisa bajabragas.
—Rafa... ¿Qué haces aquí?
—¿En Madrid o en la feria? —Sonríe con
picardía y después se responde a sí mismo—: Pues muy sencillo: vivo aquí y he
venido a acompañar a un amigo.
Mi compañera lo mira con la boca
abierta hasta que llega el mencionado amigo y le empieza a pedir información
sobre nuestro stand. Yo no sé dónde meterme.
—Creo que me debes una disculpa por
desaparecer así la otra noche.
Voy a morirme de la vergüenza... A
duras penas consigo balbucear:
—Lo siento.
—No me vale. ¿A qué hora sales?
—A las ocho, pero tengo planes, voy a
cenar con unos amigos.
No puedo creerme que le esté
rechazando otra vez, debo de ser idiota.
—Pues diles que tendrás compañía. A
las ocho estaré aquí. O antes. Y que no se te ocurra darme plantón.
Me tiemblan las rodillas cuando se da
la vuelta y se va.
—¿Quién es ese tío?
—Mmm... Un amigo.
Me niego a explicarme con más detalle,
ignorando la curiosidad de mi compañera mientras atiendo la consulta de una
oportuna señora. Cuando me quiero dar cuenta, son las ocho menos diez y la voz
profunda y segura de Rafa me sobresalta de pronto.
—Bueno, todavía no te has escapado.
Respiro antes de contestar, tratando
de parecer tranquila y hasta indiferente.
—Ya te lo he dicho, he quedado ahora
con mis amigos.
—¿Les has dicho que voy también?
Su tono no deja entrever inseguridad.
Más bien parece que me esté aclarando que no me va a dejar más opciones.
—No hay problema, será una cena
improvisada y unas copas.
—Me gusta el plan, aunque se me
ocurren mejoras...
Me dedica una mirada provocativa y sé
exactamente el tipo de mejoras del que habla. Mi pulso se acelera
de forma automática.
—¿Querrías por favor cortarte un poco?
Me haces ponerme continuamente a la defensiva.
¡Joder! odio cuando me dan esos
arrebatos de sinceridad, pero me agota estar todo el rato de tira y afloja con
él. Sus cejas se arquean por la sorpresa, pero enseguida se recupera.
—No te prometo nada, supongo que es mi
naturaleza..., pero lo intentaré.
Paso por el hotel para cambiarme de
ropa. Le hago esperar en el hall asegurándole que serán 15 minutos. Realmente
soy de esas mujeres capaces de arreglarse en 15 minutos. Me doy una ducha
relámpago; mi pelo está bien, así que no tardo nada. He traído un vestido tipo
camisero, corto, ajustado y con volantes en el bajo. Servirá. Desabrocho un par
de botones del escote. En dos minutos me retoco el maquillaje, me calzo las
sandalias y en el tiempo prometido estoy de nuevo abajo. Me mira con gesto
apreciativo.
—Vaya, estaba mentalizado para esperar
mucho más.
—Me alegro de sorprenderte.
Cenamos en un grupo no muy grande, una
hamburguesa, en el sitio de siempre. Rafa atrae todas las miradas, aún sin
proponérselo. Tengo una especie de sensación de triunfo cuando me doy cuenta de
que está allí por mí, pero me dura poco: aunque vaya donde yo le marque, él
sigue siendo el cazador y yo la presa.
Entramos en el primer local a tomar
una copa y me sigue de cerca, apoyándose en mí con gesto posesivo. Mi cuerpo me
traiciona de nuevo, porque me estremezco bajo su contacto. Vamos hasta el fondo
del local, que tiene una pinta de antro... La gente es de lo más variopinta, y
la música igual. Se acerca a la barra y vuelve con un cubata de ron y un Malibú
con piña.
—No te he preguntado, pero creo que
esto estará bien, ¿no?
—Sí, gracias.
Doy el primer trago y enseguida se
acerca a mis labios, con una sonrisa pícara.
—Me gusta cómo sabe esto en tu boca...
Dejo el vaso y esta vez le beso con
ansia. No puedo más, me rindo. Si hace falta, ya me arrepentiré mañana.
Me arrincona contra la pared como hizo
hace una semana, pero esta vez me agarro a él con fuerza. Huele a alguna
colonia cara y sexy. Me besa el cuello y su barba de cuatro días me hace
cosquillas en la piel. Sus manos me sujetan por las caderas hasta que una de
ellas se mete bajo mi falda. Lo primero que siento es un fuerte pellizco en el
culo. Me tapa la boca con la suya justo a tiempo de ahogar el grito que dejo
escapar.
—Eso por haberte escapado.
La caricia que sigue lleva sus dedos
hasta lo más profundo de mi interior, dejando la braguita a un lado. Si ya
estaba mojada, ahora me siento deshacer bajo su contacto. Me avergüenza pensar
que alguien vea lo que está haciendo, apenas me tranquiliza que estamos en un
rincón y él es bastante grande... Empieza a follarme con los dedos, mientras
frota mi clítoris rítmicamente. Jadeo y apenas consigo susurrar:
—Rafa, no, por favor...
—Shhh... No voy a dejarlo hasta que te
corras. Aquí.
No me da tiempo a replicar ni a
escandalizarme. El implacable ataque de su mano sobre mi sexo es tan preciso y
efectivo que casi inmediatamente estallo en un orgasmo demoledor. Ni siquiera
sé cómo consigo mantenerme en pie mientras me besa profundamente acallando mis
gemidos. Cuando saca los dedos de mí y se aparta sonriendo, el triunfo brilla
en sus ojos oscuros.
—Eres odioso, ¿lo sabes?
—¡Venga ya! Te gusto tanto como tú a
mí. Eres un reto, y yo no puedo resistirme a ser retado.
No tengo nada que responderle. Tiene
razón, me gusta muchísimo. Coge mi mano y susurra:
—Ven, vamos al baño.
—¿Al baño? —repito, confundida.
Dirige mi mano a su entrepierna. La
erección presiona con fuerza los vaqueros negros.
—También necesito relajarme.
Me suelto como si me diera calambre.
Me recorre un estremecimiento que no sé si es de excitación o de indignación, o
las dos cosas.
—Tú estás loco. No pienso follar en el
baño.
Me mira con esa sonrisa provocadora
mientras vuelve a coger mi mano.
—Si prefieres que te folle aquí mismo,
no tengo inconveniente.
Reacciono con rapidez, empujándolo
para que camine. Entramos en el baño y ante la cara entre escandalizada y
envidiosa de un par de chicas que esperan, nos encerramos tras una de las
puertas. Dios, no me puedo creer que esté haciendo esto, menos mal que aquí no
conozco a nadie...
—Tendrás condones...
—Por supuesto, no pienso darte ni la
mínima excusa para escaparte otra vez. Apóyate en la pared, así.
Me pone de cara a la pared y se coloca
a mi espalda. La excitación me invade mientras sube mi falda y casi me arranca
las braguitas de encaje.
—No seas bruto, no puedo salir de aquí
sin bragas.
—Pues a mí me parecería de lo más
sexi.
Me quito las bragas del todo antes de
que me las rompa. Justo me da tiempo de volver a apoyarme con ellas en la mano cuando se agacha y me pasa la lengua por la entrepierna, apretando suavemente
mi abultado clítoris. Se levanta y me acaricia profundamente con una mano
mientras con la otra se abre el pantalón y libera su polla dura y caliente.
Solo me suelta para ponerse rápidamente un condón.
—No te muevas, sujétate.
Me penetra con fuerza y empieza a
embestirme rudamente. Lo siento ponerse rígido justo cuando mi cuerpo comienza
también a escalar un nuevo orgasmo. ¡Oh, no, espera un poco, por favor…!
Como si me leyera el pensamiento lleva
los dedos sobre mi clítoris y en el momento justo en que lo siento estallar
dentro de mí, me corro violentamente. Tengo que morderme la boca para no
gritar.
Respirando profundamente se aparta,
tira el condón, se recompone la ropa y me tiende la mano mientras me vuelvo a
poner las bragas. Salimos del baño ante la mirada estupefacta de las chicas que
esperan.
Volvemos con los demás, y soy
vergonzosamente consciente del rubor de mis mejillas, mientras que él está tan
fresco y encantador como siempre. Pasa la siguiente hora provocándome. Me toca
distraídamente a cada rato, me mira como si leyera en mi mente, y me besa como
diciéndome que esta noche soy suya y no tengo escapatoria. Al final no aguanto
más y le susurro:
—Vámonos. Hoy soy yo quien tiene una
habitación a dos manzanas.
Me mira con una sonrisa burlona.
—¿En serio? ¿No te estás divirtiendo?
Su respuesta me desconcierta, hasta
que caigo en la cuenta de que, otra vez, me está provocando.
—No es justo, lo que estás haciendo.
¿Qué quieres, que te suplique?
—Sí, es exactamente lo que quiero.
Mi orgullo grita en mi interior
"dale un bofetón, se lo merece". Pero lo silencio mientras me miro en
los ojos oscuros de mi depredador.
—Por favor, llévame a mi hotel y
fóllame hasta dejarme exhausta.
(Y para saber cómo continúa, me temo que tendréis que comprar la novela...)
Madre mía!!! ¿cuando estará disponible?
ResponderEliminarEs fabuloso.
hola, el libro es precioso, me ha encantado, no es la tipica historia que desdes que se conocen estan con el tira y aflaja, no quiero contar nada mas pero me ha gustado mucho, porque hay amor desde el principio hasta el final eres una escritora increible, gracia por hacer lo que haces. un beso
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Sonia! Un abrazo!
Eliminargracias ati por escribir esta historia tan bonita, estos son los libros que a mi me gustan.
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