Hoy tengo una sorpresa. Tal vez no sea mucho, pero... este es el principio de un relato que se convirtió en una novela, en mi primera novela, la que voy a publicar en muy poquito tiempo. Estoy dándole el último repaso a la corrección para evitar en lo posible las erratas y muy pronto estará a la venta en Amazon bajo el sello de la Colección LCDE.
¡Qué nervios! En fin, espero vuestras opiniones...
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Noche de chicas. Hacía tiempo que no
salía con mis compañeras de trabajo, y lo cierto es que me apetecía, pero me
estoy empezando a agobiar. La cena ha estado bien y nos hemos reído un montón,
pero este pub está abarrotado, hace un calor horrible, y además no hay ni un
tío bueno que alegre la vista. Los que no son demasiado críos están
visiblemente echados a perder... Bueno, menos ese que está bajando las
escaleras.
Parece bastante alto, tiene el pelo
negro un poco largo, y una barba de cuatro días estudiadamente descuidada. Va
rodeado de Barbies, cómo no. Y parece estar desplegando su encanto con todas
ellas.
Una de mis amigas me saca de mis
pensamientos.
—Acompáñame al baño, anda.
Cojo mi combinado y la sigo. Cruzamos
el local hasta el baño, y allí me revuelvo el pelo mientras la espero, odio
llevar los rizos aplastados.
Al fin, volvemos al bullicio del pub.
De camino al rincón donde están las demás, voy a dar un trago a mi Malibú con
piña cuando alguien me empuja y me lo tira encima. Me quedo clavada en el
sitio, con la camiseta empapada y sintiendo el hielo en la piel. El culpable se
da la vuelta y... es el moreno de las escaleras.
Creo que ha intentado disculparse con
una sonrisa, pero estoy tan cabreada con mi look "Miss Camiseta
Mojada" que le interrumpo con un "¡Imbécil! ¿Por qué no miras por
dónde vas?" y lo dejo con la palabra en la boca mientras regreso al baño a
ver si puedo arreglar el desastre. No hay secador de manos, así que tengo que
quitarme la camiseta y escurrirla, y aun así sigue empapada. Para colmo de
males, creo que me he puesto la más ajustada que tengo, se adivina
perfectamente el sujetador de encaje negro.
Salgo del baño y está esperando
afuera.
—No me has dejado disculparme.
A pesar de sus palabras, tiene un aire
de autoconfianza que hace que suenen como "ha sido culpa tuya". Lo
cierto es que es bastante guapo, y las Barbies me están mirando de reojo. El
típico macho Alfa, lo que me faltaba...
—No te molestes, tus disculpas no van
a secar mi camiseta.
Decide ignorar mi tono francamente
borde.
—Me llamo Rafa, ¿y tú?
—Yo no.
Me doy la vuelta y me voy, con una
sonrisa perversa en la cara. Mis amigas se sorprenden de que pueda dar ese tipo
de contestaciones, pero es lo más efectivo para quitarse de encima a los
pesados.
Vuelvo con las chicas y les tengo que
explicar lo de mi camiseta mojada. Se escandalizan cuando menciono el corte que
le he pegado.
—Pues si es ese que viene para acá, no
te ha servido para quitártelo de encima —me susurra Ana.
No me lo puedo creer, y me niego a
mirar, pero no me queda más remedio que darme la vuelta cuando me pone la mano
en la cintura y se pega literalmente a mi espalda.
—¿Siempre eres tan peleona?
—A veces más. Y por cierto, estas
invadiendo mi espacio.
—Ni te imaginas de qué manera me
gustaría invadir tu espacio.
Por una vez, me quedo sin palabras, y
no es algo que suela pasarme. Entonces añade:
—¿Qué estás tomando? Al menos déjame
que te invite a una copa, por la que te he tirado.
Mira con descaro mi camiseta y
siento que se me suben los colores.
—No, gracias.
Cuando hago amago de darme la vuelta,
me coge la cara con las manos y me besa sin darme tiempo a reaccionar.
Me aparto y levanto la mano con claras
intenciones de darle un buen bofetón. Me sujeta a tiempo la muñeca,
relamiéndose los labios.
—Malibú con piña, ¿no? Ahora vuelvo.
Se va hacia la barra y me quedo en
shock. Pero, ¿esto qué es? Este tío me está rompiendo todos los esquemas. Ese
beso ha hecho subir mi temperatura varios grados... Sabe a tabaco y a ¿ron?
Mis amigas están igual de alucinadas
que yo, o casi.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta Ana con
los ojos como platos.
—Que me ha metido la lengua hasta la
yugular.
—Ese quiere meterse en tus bragas —se
ríe Inés—, y no está nada mal.
Levanto la cara con una pose
orgullosa. Solo me faltaba escuchar eso.
—Pues la lleva clara... No es mi tipo.
—¡Y una mierda! Lo que pasa es que te
jode que te esté aguantando el pulso de esa manera. Tiene tanto carácter como
tú, por lo que se ve.
Es posible. La verdad es que mi imagen
de borde es más fachada que otra cosa. Supongo que la mayor parte del tiempo
solo intento protegerme.
—Aquí tienes, Malibú con piña.
Está de vuelta, con cara de no haber
roto un plato en su vida. A estas alturas no sé muy bien cómo reaccionar, pero
le cojo la copa.
—Vale, pues gracias..., Rafa. Supongo
que estás disculpado. —Ignoro a mi cerebro que me dice que aún le debo un
bofetón por besarme con ese descaro.
—Si no te importa, me quedo un rato.
Estoy en la ciudad por trabajo, y la conversación en el grupo con el que he
venido no es muy interesante.
Le sonrío con malicia. Aún estoy
tratando de decidir si me deshago de él o no.
—¿Y por qué crees que aquí vas a
encontrar conversación más interesante?
Se acerca un poco más a mí, y mi pulso
se dispara.
—Porque tú me pareces muy interesante.
Parece notar que su proximidad me hace
ponerme a la defensiva y me da un poco de espacio. Lo cierto es que, a pesar de
la poca conversación que se puede tener en un pub abarrotado, parece un tipo
inteligente y divertido. Tiene una sonrisa seductora, y lo sabe. Y se mueve con
la gracia de una pantera. Es un depredador, se le nota. Con el claro
inconveniente de que yo odio sentirme una presa.
Se va moviendo mientras hablamos y
cuando me doy cuenta me tiene medio arrinconada contra la pared. Y las cabronas
de mis amigas se están divirtiendo de lo lindo.
Apoya la mano en la pared a mi
espalda. Está tan cerca que, en un momento en que se inclina para hablarme casi
al oído, su pecho roza mis pezones sobre mi camiseta húmeda. Inmediatamente
reaccionan enviando un estremecimiento hasta mi entrepierna, que se contrae y
se humedece, ajena a mi voluntad. Tomo un trago de mi vaso, tratando de poner
distancia entre él y yo. Me afecta demasiado.
—¿Puedo probar un poco?
Su voz suena grave y profunda,
seductora. Le ofrezco el vaso, pero ni siquiera hace intención de cogerlo. Su
boca atrapa la mía y saborea la bebida en mi lengua, explorando a su antojo
mientras yo no tengo fuerza de voluntad para apartarlo ni resistirme. La mano
que tenía apoyada en la pared viaja hasta mi nuca y sujeta mi cabeza
agarrándome del pelo, mientras su otra mano se apoya en mi cintura levantando
ligeramente la camiseta y rozando mi piel. Luego baja hasta mi culo y me
aprieta contra él. Yo consigo sujetar el vaso a duras penas, y sin pensarlo,
apoyo la otra mano en su cadera. Casi me clava contra la pared, y noto su
erección presionando contra mi vientre.
—¡Eh, vosotros! ¿Por qué no os
conseguís una habitación?
Rafa me suelta la boca tirando de mi
labio con lascivia. Cuando me entere de cuál de mis amigas ha soltado esa
"gracia", le cortaré la lengua, por bocazas. Él susurra
provocativamente:
—De hecho, tengo una habitación. Mi
hotel está a dos manzanas.
Recupero buena parte de mi cordura
casi al instante, y consigo contestarle con cierta seguridad:
—No cuentes con ello. De aquí me voy
directa a casa. Sola.
—Ya veremos. Aún tengo tiempo de
convencerte. Desde que me llamaste imbécil no puedo pensar en nada más que en
follarte hasta dejarte exhausta.
Mi pulso se dispara y mi cuerpo se
enciende contra mi voluntad, pero no puedo hacerlo. No puedo irme con él. Nunca
me he acostado con un desconocido y no va a ser hoy el día.
Clava sus ojos en los míos y me dice
en un tono despreocupado:
—Voy al baño. No te muevas de aquí,
ahora vuelvo.
Ni que me hubiera leído el
pensamiento. Apenas ha hecho medio camino hacia el baño, me acerco a mis amigas
y les digo que me voy. Ahora, antes de que haga algo de lo que estoy segura de
que me arrepentiré mañana.
Hasta nunca, Rafa. Lo siento, pero hoy
no es tu noche.
(Continuará...)
Muy interesante Lucía.Me ha gustado la frase "Me llamo Rafa ¿y tu? "Yo no" jajaja. Mucha suerte guapi!
ResponderEliminarUn besote
Gracias, Jessica. Y por cierto, la frase es mía, literalmente. No recuerdo cómo se llamaba el sujeto en cuestión (obviamente no era Rafa) pero la usé en cierta ocasión hace mucho tiempo. Salió despavorido... jajaja.
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